miércoles, 29 de junio de 2016

Brexit post mortem 2: Anarquía en el Reino Unido

Pensaba que esto era el Reino Unido
Pero ya parece un país cualquiera

⎯ "Anarchy in the UK", Sex Pistols

Keep Calm and Carry On
Nuestro sitio emitió su voto a favor de la opción Leave. Dijimos que traería consecuencias negativas, pero que luego, cuando se calmen los ánimos, las bolsas y los mercados se adaptarán al nuevo escenario, como siempre lo hacen. Después del brexit el Reino Unido buscará la manera de acceder al mercado común, y cuando los viejos que votaron Leave empiecen a morir, la nueva generación, que votó Remain, se unirá a Europa con entusiasmo.

¿Por qué si hay tanto caos, ataques xenófobos, histeria colectiva y desplome de la moneda Chile Liberal ⎯amante de la calma⎯ sigue creyendo que el Leave fue lo mejor? La razón es simple: porque hay un déficit democrático que es insoslayable, y que justifica plenamente el brexit. ¿Cuál es este déficit democrático?

Unelected bureaucrats
Una de las quejas más comunes en la opinión pública británica es una cuestión de máxima importancia, tanto para la democracia parlamentaria más antigua del mundo, como para democracias imperfectas (como la chilena). Los británicos se quejan de ser "gobernados por burócratas no elegidos", los famosos "eurócratas", vale decir, los burócratas de la Comisión Europea, entre Bruselas y Luxemburgo. 

En una democracia se debe cumplir un requisito fundamental: la legislación debe ser propuesta por un ejecutivo elegido por votación, no designado a dedo, y aprobada por un legislativo, también elegido. 

Respecto a los unelected bureaucrats de los tanto que se quejan en la isla, invito a los lectores de Chile Liberal a consultar esta página de fact checking. Es un tanto exagerado declarar que Europa es gobernada por burócratas, lo que sería equipararla con la Unión Soviética, que efectivamente era un país gobernado por burócratas (por eso no se necesitaban elecciones, y las pocas que habían eran una farsa). Los británicos están conscientes de que su democracia es una de las más antiguas del mundo, que ha servido de inspiración para muchas otras, y toda esta tradición no puede arruinarse viéndose sometidos a un gobierno estilo soviético. Pero mucho hay de cierto en todo esto.

Para comprender mejor este punto ayudémonos del idioma francés, que con sus exquisitos giros y sofisticadas formas, ilustra esta cuestión. En la lengua de Molière existen dos términos: los élus, o sea quienes ocupan un cargo designado por votación popular, y los fonctionnaires, es decir, los empleados públicos.

La democracia francesa, o cualquier democracia, sólo acepta que grandes políticas, planes y proyectos sean iniciados por los élus, por ser ellos depositarios de la voluntad popular, gozan del mandato para iniciar sus decisiones y cuentan con ⎯he aquí el quid del asunto⎯ le legitimidad para ejecutarlas. 

Por otro lado, son los fonctionnaires los encargados de implementar y llevar a cabo las políticas iniciadas por los élus. ¿Se entiende o no? Sería anómalo que los funcionarios comenzasen a tomar decisiones por su cuenta. Constituiría una falta a la democracia. Los funcionarios son designados según reglamentos. No cuentan con un mandato para iniciar nada. Todo lo que hagan, por más loable que sea, sería ilegítimo.

En este mismo saco caben los tecnócratas, los expertos, y en fin, cualquiera que no haya sido elegido mediante una elección. (En rigor, la Unión Soviética era un país dirigido por tecnócratas.)

Los funcionarios son removidos de su cargo por faltas administrativas o incumplimiento de sus deberes según los reglamentos establecidos, pero normalmente están ahí mucho tiempo. Una buena democracia debe disponer de excelentes funcionarios, profesionales y dedicados. En cambio, los elegidos ocupan su cargo un tiempo limitado, ya que deben regularmente someterse al escrutinio popular, para ser reelegidos o bien ser apartados de su cargo. Los elegidos se deben ante todo a sus electores, ante ellos responden, ante ellos rinden cuenta. 

El déficit democrático de la Unión Europea
Algo que empelota a los británicos es comprobar que las decisiones de enjundia en la UE las toma la Comisión Europea, que es en el fondo un organismo con miembros designados, es decir, son funcionarios, no elegidos. El jefe de la comisión es Jean Claude Juncker, un tipo que no sólo amenazó a los británicos antes del referéndum sobre el brexit, aliénándolos aún mas, sino que hace gracias como llegar borracho a las reuniones.

Los súbditos de la Reina se preguntan: ¿por qué el presupuesto de la UE es administrado por burócratas por los que no hemos votado? ¿Quién carajo eligió, votó, o vio en campaña alguna vez al borracho Jean-Claude Juncker? De hecho, "¿De dónde salió ese huevón?", se pregunta Chile Liberal. Ni pico idea, la verdad.

Quizás las decisiones que tome la Comisión sean hermosas, atingentes, muy prácticas y maravillosas. Pero para el elector británico, carecen de legitimidad. ¿Para qué tenemos el Parlamento en Westminster entonces, si las leyes superiores las manda un curagüilla en Bruselas?

Para los alemanes esto no es grave porque para ellos lo importante es que se tomen buenas decisiones. Y ellos confían en la Comisión y toda la galaxia de instituciones europeas. Es decir, los alemanes justifican la UE mediante un razonamiento kantiano, mientras que los británicos exigen un método utilitarista milliano (de John Stuart Mill). 

Por esto es que los británicos consideran que su cultura política es ajena a la tradición europea continental. Alemania es una democracia joven, de hecho, en su forma actual existe apenas desde 1989, luego de la caída del Muro. Los británicos en cambio viven en una democracia desde siempre, su país nunca ha sido invadido y han vivido siglos ininterrumpidos de democracia.

Cualquier persona hoy puede ver la maravillosa serie Yes Minister, de un humor satírico so British, que justamente examina la conflictiva relación de un ministro, Jim Hacker, un tipo que viene a imponer sus políticas (en Reino Unido los ministros son elegidos), con los funcionarios y burócratas, principalmente Sir Humphrey, éste último cabecilla de un fortín en donde se desbarata toda la legislación que quiere imponer el ministro. Así, en la comodidad de su TV, sin perder años en una escuela de gobierno, en el Reino Unido han repasado lo esencial de una democracia y en qué consiste la gobernanza de un país.

Los eurócratas deben en estos momentos empezar a reformar su sistema para que al menos el brexit sirva de algo, y no sólo para enriquecer a los especuladores en Mayfair. Perfeccionar y reformar la UE es ahora la condición necesaria para su sobrevivencia. Si se logra, no nos quedará sino agradecerle a los súbditos de la Reina de haber logrado, por la fuerza, que la UE sea gobernada por depositarios de la voluntad popular.

sábado, 25 de junio de 2016

Brexit post mortem: Au revoir, Dave

Forget it, brother, you can go it alone!
⎯ "London Calling", The Clash


El Primer Ministro David Cameron abandona el poder, injustamente, por la puerta angosta

Atrás queda el día del referendum sobre la permanencia o retirada del Reino Unido de la Unión Europea. "Le Royaume-Uni quite l'Europe", fue lo primero que vi esa mañana en BFMTV, el principal canal francés de noticias, antes de tomar desayuno. Normalmente voy a la panadería, me traigo una baguette y unas viennoiseries, me preparo un café au lait, y después enciendo la tv. Religiosamente veo media hora de noticias. Debe ocurrir algo muy importante para prender la tele a primera hora, y que más aún, en Francia no hablen de otra cosa sino de lo que ocurre Outre-Manche. El viernes 24 de junio de 2016 así fue, y no es para menos, ya que la jornada ha sido descrita como el día que puede cambiar para siempre al Reino Unido. Y como escribí en este blog, los británicos abandonaron la UE, y como indiqué, el Primer Ministro renunciaría.

Para los chilenos esto es completamente fuera de norma. ¿Un personero político renuncia porque perdió? Habitual en las islas británicas, inédito en la larga y angosta faja. Nuestros líderes jamás pierden. Si tuviesen un PM chileno (no sería conservador sino ultra-conservador), habría dicho que el 49% de votos fue un triunfo porque los políticos chilenos siempre ganan, independiente de los resultados. "Nos decían que perderíamos por gran diferencia, pero este 49% demuestra la gran aceptación del electorado, es un triunfo", habrían dicho. Todos los tontos útiles, lisonjeros, buitres y amigotes del líder lo felicitan por su derrota-triunfo. Es normal porque en Chile los partidos son un club de compadres y no instituciones profesionales. 

La cultura británica exalta la divisa de "entereza en la derrota, humildad en la victoria". Con una calma y dignidad encomiable, David Cameron frente a 10 Downing Street, escoltado por su esposa, admitió la derrota e inmediatamente anunció su renuncia al cargo. "El país necesita otro capitán para esta nueva etapa", declaró. Luchando por mantener la costumbre inglesa del stiff upper-lip, en un momento ya no pudo más y soltó un lagrimón. Vaya que comienza una nueva etapa. Los británicos, país de navegantes históricos, zarpan rumbo a aguas desconocidas. No veo porqué ahora deban temer.

En la elección general anterior votamos por Posh Dave y el Partido Conservador, lo que nos valió bastantes críticas, algunas muy injustas. Hicimos en aquel momento un resumen de su trayectoria (invitamos a leer el post, para no explayarnos ahora). Sólo repasemos brevemente: Cameron reconstruyó el exangüe Tory Party luego de décadas de derrotas. Declaró que su referente es Winston Churchill, no Maggie. Aplastó al todopoderoso Nuevo Laborismo, sepultando la Tercera Vía. Para capear la crisis económica impuso el plan de austeridad más salvaje visto en Occidente, y los resultados positivos están a la vista. Auspició el matrimonio homosexual, entre muchos otros logros. Fue, en resumen, un líder excelente.

Elevándose por sobre la terrible guerra civil en su conglomerado, se comprometió a zanjar para siempre la cuestión de problemática relación de amor y odio entre su país y la Unión Europea. El ala euroescéptica más tenaz ya se había escindido y formado el UKIP. Para conservar la unidad y evitar la hemorragia, Cameron sólo podría acceder a la jefatura conservadora ofreciendo un plebiscito, el cual se comprometió a ganar con una fórmula simple: declarar un fuerte euro-escepticismo para apaciguar a los exaltados en sus filas, luego ir a Bruselas a negociar más concesiones, volver de Bruselas con las concesiones bajo el brazo, y convocar al referendo diciendo "hey, chicos, miren, nosotros obtenemos lo que nos conviene de la UE, sigamos en el bloque, ganaremos incluso más".

El hombre antes ya había sometido a referendo la cuestión escocesa, de la cual salió airoso. Se decía que la independencia de las Highlands desintegraría al Reino Unido, lo que Cameron evitó. Fue un éxito rotundo.

Pero atrás queda la recuperación económica, la rehabilitación del Partido Conservador (que, mal que mal, es necesario un bloque conserva en toda democracia sana), la solución a la cuestión escocesa. Todo ha sido arruinado ante el fracaso de convencer a la mayoría de los votantes británicos de que es mejor permanecer en la Unión Europea.

En los próximos capítulos iremos desmadejando el embrollo. Por ahora, es sensato aplaudir a David Cameron, un hombre con temple y decisión, el más joven de los Premiers que ha visto la isla, y que antes de los 50 años de edad ya se convierte en un ex Primer Ministro. Su carrera, prometedora, ha llegado a un fin abrupto, pero paradojalmente, predecible.

El tema de Escocia vuelve a abrirse porque allá dieron un sí rotundo a la UE. Un flanco que parecía cicatrizado, Irlanda del Norte, parece abrirse ya que un control fronterizo deberá establecerse en la carretera M1, que era expedita entre Dublín y Belfast: ya parecían un solo país. Vuelve a penar el fantasma de la terrible era de los Troubles. La recuperación económica tambalea ante el posible debilitamiento de la industria financiera en la City.

Su mejor amigo, camarada conservador, ex compañero en el exclusivo colegio Eaton y antiguo alcalde de Londres, el extravagante Boris Johnson, líder "mainstream" de la campaña por la Salida de la UE, se vislumbra como su sucesor. 

La audacia lleva a la gloria o al fracaso. Para Cameron, el precio de su audacia ha sido el fin de una carrera política de un líder conservador ejemplar. En perspectiva, debió más bien asumir la posición de Boris: instar a una partida ordenada de la estructura de la UE, y plantear una integración acorde con las velocidades políticas, económicas e idiosincráticas del Reino Unido. Él asume su derrota con entereza, y desde Chile Liberal le damos un aplauso. Ojalá en Chile aprendan también que los errores se pagan así: con renuncias, dando paso a otro capitán.

domingo, 19 de junio de 2016

Brexit: Au revoir, UK

Should I stay or should I go now?
If I go there will be trouble
If I stay, it will be double


⎯ "Should I stay or should I go", The Clash

El Reino Unido debe sincerarse y abandonar la Unión Europea
En 1945, cuando entraron a la Alemania Nazi derrotada, los soldados aliados descubrieron los campos de concentración, y en medio del horror trataron de salvar de la inanición y la enfermedad a la mayor cantidad de gente posible. Por un lado se saludaba el fin de la guerra y al mismo tiempo, estupefacto, el mundo comprobaba que Europa había pasado del pináculo de la cultura universal al fondo de la barbarie. De paso, la humanidad experimentaba la peor crisis de la Historia. Las heridas aún están ahí porque nuestra generación aún no logra reponerse del colapso, y con toda seguridad, la humanidad nunca se recuperará. La respuesta ante el colapso fue la Unión Europea, que comenzó como un esfuerzo en los años 50 por aunar un mercado común del carbón y el acero, y que luego de Maastricht y la adopción de una moneda común, por fin lograría el objetivo final de la posguerra: unir para siempre a las naciones europeas en un destino compartido, sellando así la promesa de un "nunca más". Cada país abandonaría parte de su soberanía para unirse a un proyecto común, casi como un matrimonio.

La analogía del matrimonio es muy buena, porque tal como en un casamiento, después de bebida la champaña, acabado el baile y los discursos emocionados, cuando la luna de miel es un recuerdo lejano, comienza la realidad cotidiana. Empiezan las peleas. Precisamente esto ocurre ahora en la Unión Europea. Y es, en parte, a causa de su propio éxito.

Sí, porque más allá de la crisis del euro, de la lenta pero implacable pérdida de competitividad, del terrible y endémico y persistente desempleo, y a pesar de que el mayor mercado del mundo es desde una perspectiva política, militar y diplomática una irrelevancia internacional, la verdad es que la Unión Europea es un éxito: su objetivo culmine, la paz, hoy se da por sentado.

Nunca los europeos disfrutaron de mayor tranquilidad y, dejando de lado el pesimismo, en Europa se vive de manera próspera. Pero para el ciudadano de a pie en el Viejo Continente los árboles no dejan ver el bosque. La libre circulación de personas, ideas y capitales entre países disímiles es un logro extraordinario. La Unión Europea ahora pasa a otra etapa, y es que debe responder ante nuevos desafíos. Ya varias generaciones han nacido después de la guerra y para ellos es una pesadilla lejana. La garantía de paz no es suficiente.

Los jóvenes europeos hoy ven con desazón que sus países no pueden ofrecer nada similar a Silicon Valley, y no les queda alternativa que añorar ser funcionarios (las "oposiciones", como le llaman en España, país donde no hay nadie que no haya opositado, esté pensando en opositar, o vaya a opositar: triste). China e India irrumpen como naciones vigorosas, repletas de nuevos ricos, y Europa no ve cómo entregarle lo mismo a sus ciudadanos. Hay todo un mundo "emergente" (antes eran "subdesarrollados") que promete más que un cheque en una deslucida oficina de seguridad social en Europa. Obnubilados por la desazón, el proyecto europeo parece inadecuado, o derechamente sin sentido. Surgen los bajos instintos nacionalistas y xenófobos, o la apatía y el pesimismo. Abandonar Europa es el ruido ambiental.

It's always tease, tease, tease
Mencionábamos antes el mercado común de acero y carbón. Pues hasta los años 70, Europa vivía un crecimiento económico febril (la Gloriosa Treintena), y hasta la tasa de natalidad descollaba. Era una época en que el Reino Unido vivía una era tumultuosa y se le llamaba "El hombre enfermo de Europa". Los británicos eran quienes golpeaban las puertas de la naciente Comunidad Económica Europea para que los dejaran entrar y comerciar. Un país de comerciantes innatos rogaba ser aceptado en el club. 

Su mayor oposición era Charles de Gaulle. El veterano militar francés, exiliado en el Reino Unido durante la Guerra, sabía que los británicos no debían unirse a la naciente comunidad, y que si lo hacían, inevitablemente causarían estragos o acabarían por marcharse. De Gaulle advirtió que los súbditos de la Reina preferían comparar alimentos baratos donde sea, y esto era contrario al espíritu continental. Dicho y hecho.

Desde el cheque británico hasta las muchas exenciones especiales (conservar a libra esterlina, no integrar Schengen), pasando por sus diferencias culturales, la verdad es que el Reino Unido nunca debió pertenecer al proyecto político de la UE. Quizás sí a un mercado común, pero nada más que eso.

El Reino Unido desde luego es fiel a su talante anglosajón: individualismo, escepticismo hacia el Estado, afinidad cultural y económica con sus pares de la Commonwealth y los Estados Unidos. Mientras Francia pretende modelar Europa a su imagen y semejanza para oponer la necesaria resistencia al poderío universal de EEUU, el Reino Unido prefiere distanciarse del Continente y reforzar su "relación especial" con el gigante de norteamérica. 

Los británicos prefieren la desregulación, que les permitió convertir a la City de una pintoresca reliquia financiera a un poderoso centro de negocios, que el dirigisme  europeo y la obsesión francesa por conservar su agricultura y los productos de su terroir. Ni hablemos de las diferencias culturales. Hasta hoy uno puede ver a un inglés borracho y mojado comiendo papas fritas en la parada del autobús: es su cena. Para los galos, esto es tan brutal como incomprensible. Francia tiene más de 400 tipos de quesos y necesita toneladas de regulaciones para proteger su identidad y su savoir-vivre. El británico sólo conoce el cheddar, y su plato preferido son las papas fritas con vinagre envueltas en papel de diario. Para el británico, las regulaciones europeas son el enemigo del comercio. Para el resto de la UE, son el fundamento de todo lo que se debe proteger.

La situación llegó a un punto de no retorno con la libre circulación de personas. El Reino Unido no integra el acuerdo de Schengen, que en la práctica elimina las visas y las fronteras. Los británicos juzgaron precipitada la incorporación de los países del ex bloque comunista y, según ellos, se han llenado de "polacos".

Antes que la xenofobia se apodere de los flemáticos ingleses, fue necesario someter la permanencia británica en la UE. En parte, fue el precio de que debió pagar David Cameron, el excelente y competente Primer Ministro, para llegar al poder, apaciguando a los euro-escépticos del Partido Conservador. 

Should I stay or should I go?
El próximo jueves llega la hora de la verdad. Nunca, desde que existe la UE, un miembro ha abandonado el proyecto común (la pequeña Irlanda casi lo hizo con el referéndo de Lisboa). En Chile Liberal nos gusta la visión anglosajona porque somos escépticos del poder del gobierno, porque no nos gustan los carnés de identidad, porque creemos en el comercio desregulado y los bajos impuestos.  Propugnamos el laissez-faire (expresión anglosajona no traducible al francés). Cuestiones como el "contrato de cero horas" y la ultra-flexibilidad laboral, o los planes de austeridad aplicados con determinación, son cosas que apoyamos. La Unión Europea necesita de todo esto. Los continentals quedan pasmados cuando ven todo aquello.

Por otro lado, ante todo, es insostenible la Europa à la carte que quieren los isleños. Preferiríamos mil veces al Reino Unido en Bruselas defendiendo su visión de mundo, y de paso, liderando a Europa. Ante el inminente acuerdo de libre comercio UE-EEUU, el Reino Unido debiese ser el intermediario por excelencia. Pero si ellos no quieren, y prefieren vivir de la nostalgia de su pasado colonial y creer que por sí solos van a firmar acuerdos con EEUU, pues allá ellos.

Un país miembro de la UE necesita una gran masa crítica de gente entusiasmada con Europa, y no un país divido 50/50. Los británicos se volvieron intratables. Quieren viajar y trabajar sin visas en el Contienente, pero ponen obstáculos a quienes quieran comenzar una nueva vida en su país.

Cuando el Reino Unido fue la principal potencia mundial siempre fue notable su capacidad de administrar su imperio planetario con una cantidad pequeña de funcionarios, porque la burocracia, el "red tape", es cuestión ajena a su manera de administrar (en Chile, nos encanta). Dicen ahora que rechazan el mamut burocrático que los domina desde Bruselas, pero ellos son incapaces de demostrar cuáles son las normas que tanto les molestan. Desde Inglaterra se denuncian las interminables sesiones europeas para determinar el grosor del pepino y la curvatura del plátano, un triste vicio de la burocracia europea, pero nunca se ha visto a una británico impedido de importar pepinos o plátanos, y convenientemente olvidan que la UE ha armonizado las reglas en el Continente lo que facilita el comercio.

En concreto, la UE se aburrió de un miembro que no quiere liderar ni quiere construir, y los británicos ya no ven qué sentido tiene Europa. Si se largan, en la UE habrá "business as usual", ya que los británicos no son Alemania. (Si los teutones se van, eso es grave). La City perderá pero a mediano plazo se recuperará. En el fondo, no habrá el colapso que algunos, incluso respetados analistas, predicen.

En este blog creemos que la mejor opción es votar Leave. Y si la opción de marcharse resulta ganadora, el capaz y honesto David Cameron deberá asumir su responsabilidad y como ocurre en las democracias consolidadas, tendrá que renunciar (no como en Chile, donde los que llevan 30 años perdiendo elecciones siguen ahí, incluso cuando los pillan robando).

Finalmente, unas breves pero sentidas palabras sobre Jo Cox, una mujer leal, esposa y madre de dos pequeños, cuyo asesinato ha causado consternación mundial. Jo Cox sirvió abnegadamente a su comunidad y a su distrito. Este crimen es un atentado contra la libertad y todo lo que representa el Reino Unido: la democracia más añosa del mundo. Jo Cox era ferviente partidaria de la opinión de permanecer en Europa, y lamentablemente un criminal la acalló quitándole  la vida.


sábado, 11 de junio de 2016

Renta básica universal: Siga participando

Qué locura ver, te manejan
Te manejan con dinero
O con balas de cañón
Cierran un poco la llave
Y se acabó la expresión.

En el momento de los quiubos
El billete dice la verdad
Manejan con dinero
una ilusión de libertad.

 Upa!, "Sueldos" (1986)

En Europa comienza a cobrar cada vez más fuerza el asignar un sueldo universal e incondicional a cada ciudadano

Los suizos, país al cual ha huido Hernán Büchi, son gente extraña. Han votado en contra de extender los días de vacaciones, aduciendo que perderán competitividad. En un mundo donde irrumpe el populismo furibundo que exige la expulsión de extranjeros, los suizos votaron contra la expulsión automática de extranjeros con antecedentes criminales. Los helvéticos disfrutan de un país donde el suicidio asistido es legal, así como las salas de consumo de drogas, entre muchas otras cosas que en Chile causarían controversias sin fin y que haría a los agoreros de la crisis moral enviar interminables epístolas a El Mercurio para reclamar. Suiza es un país maravilloso, y desgraciadamente he fallado en convencer a Chanchi de que ahí en los Alpes podríamos hacer una vida mucho más apacible y próspera que en la convulsionada Francia con sus impuestos confiscatorios. "Suiza, un país aburridísimo", replica.

Ahora, los aburridos suizos han votado en contra de asignar a cada ciudadano un sueldo de 2.300 euros. ¿Locura votar en contra de un ingreso incondicional e universal? ¿Es demencial el hecho, de suyo absurdo, de siquiera plantear la pregunta? 

Una idea interesante
La renta básica universal es una idea que ha ganado mucho terreno últimamente. La novedad es que ya ha dejado de ser una mera digresión intelectual y varios países comienzan a experimentar con este concepto. Holanda, Finlandia, y algunas regiones de Alemania ya implementan una asignación a cada persona, sin condiciones, de algo más de 1.000 euros, cantidad que en cierta forma permite vivir sobre el umbral de la pobreza y que, crucialmente, deja en libertad a su beneficiario para abandonar su puesto de trabajo (o dejar de buscar empleo si está cesante).

Thomas Paine, en 1797, ya argumentó a favor de distribuir a cada persona los frutos de la tierra. Teóricos del pensamiento económico de gran prestigio, como James Tobin, también han dado su aprobación. Antes de que el ala lunática del pensamiento libertario se desgañite en su pueril cólera habitual (varios vienen a Chile Liberal a liberar sus frustraciones), cabe destacar que incluso Milton Friedman ha sido favorable a entregar a cada ciudadano una renta básica. En Francia, el movimiento Génération libre es uno de sus más ilustres defensores.

Para entender lo anterior, veamos quiénes se oponen a la renta universal. En primer lugar, los sindicalistas. Por supuesto. Si todo el mundo recibe una cantidad de dinero que le permite vivir, se acaban los sindicatos y sus consiguientes marchas, eslóganes incendiarios, se esfuma la necesidad de azuzar la lucha de clases y todas esas cosas. O sea, los sindicalistas se quedan sin nada que hacer. En segundo lugar, y por lo mismo, muchos votantes y políticos de la izquierda a la antigua, ya que evidentemente no queda reivindicación social alguna si ya todo el mundo percibe un poco más que el sueldo mínimo.

Es más fácil ahora entender por qué sectores liberales son favorables. 

Por un lado, la inextricable red de protección social se desmorona. Nadie necesita dádivas del Estado si él mismo entrega un sueldo y es cuestión de cada cual el aprender a administrar su dinero: no más indemnizaciones, entregas de alimento, subvenciones, ni nada que se parezca. Asimismo, el Estado asistencialistas comienza a reducirse ⎯ o a desaparecer.  Por otro lado, se empezaría a ahorrar dinero, ya que los ejércitos de funcionarios serían redundantes: es mucho más barato y expedito mandarle un cheque a cada cual (o en Chile, hacer un depósito en las cuentas RUT, por ejemplo) que estar calculando quién gana cuánto para saber cuánto hay que dar y esperar que los sindicatos no se paralicen el país porque los perlas quieren más.

Por supuesto, no todo es color de rosa. ¿Cuál sería el efecto en la inflación? No lo sabemos, por ello, es imprescindible no dejarse llevar por el entusiasmo desmedido.

¿Cuál será el efecto en la productividad? Este tema es importantísimo. Ya sabemos que el crecimiento es un indicador muy malo, sólo sirve fijarse en la productividad (que en Chile es paupérrima, de ahí la brecha social, pero en fin, eso es otro tema). 

Supongamos que Perico trabaja en una empresa, percibe un sueldo medio, pero que está muy por debajo de sus posibilidades reales. Perico quiere desarrollar una nueva App, pero no tiene tiempo ya que está empantanado todo el santo día copiando cifras de una planilla Excel a otra (o sea, tiene un "bullshit job"). Llega a casa agotado, y no trabaja en aquello que podría ser mucho más productivo, ni tampoco puede dejar su 9 a 5 botado porque de otro modo no tendría con qué vivir (mientras el Estado Benefactor, en su incomprensible marasmo de beneficios, no lo beneficia a él pero sí entrega dádivas a un holgazán: maravillas del asistencialismo que todos conocemos). Pues bien, la renta básica universal e incondicional facilitaría a Perico el poder consagrarse a su actividad, y una vez su App en el mercado, generaría muchas más utilidades.

O Perico podría dedicarse a escribir una novela, un guión cinematográfico, un juego de video, una banda de rock, a la agricultura orgánica, a investigar, es decir, actividades que generarían productividad, o podría dedicarse a cuidar ancianos porque esa es su vocación, con lo que la sociedad igualmente se beneficia. Por otro lado, Sutano es ladrón y con una renta básica se deja de molestar, con lo que la sociedad gana en armonía. 

Más aun, quizás Mengano deja de trabajar, porque sí. Como todo el mundo ahora puede vivir relativamente bien con un sueldo, su puesto disponible no será ocupado, y la empresa que necesite un trabajador deberá pagar sueldos más altos, con lo que la economía de mercado efectivamente comenzará a redistribuir las ganancias. Esto podría estimular el consumo, con lo que la recaudación también se incrementará. 

Liberados de los trabajos de baja productividad, la economía de mercado comenzará a funcionar de maneras insospechadas.

¿Una ilusión de libertad?
Y así muchas otras cosas pueden ocurrir. Probablemente los países europeos se sienten en un callejón sin salida ante el alto y persistente desempleo, y en la desesperación, ideas que hasta hace poco eran desquiciadas comienzan a tener sentido.

El único temor de Chile Liberal es, desde luego, el crear una sociedad de dependientes. El Estado sería el amo y señor de la vida de cada cual. Pero quizás me equivoque. Mientras tanto, a pesar del rechazo en Suiza, observemos detenidamente qué ocurre en Alemania, Holanda y Finlandia con la renta básica universal e incondicional.



P.S. Para mayor documentación
LIBER, hacia un ingreso universal (por Génération libre, en francés)
Ingreso universal, ¿un sueldo para todos? (por ARTE, canal franco-alemán, en francés)
Revenu de base, canal YouTube